"Pasada la elección, el diputado, a quien se designa por el
término de cinco años, se dirige cada mañana al Congreso no llegando,
posiblemente, hasta el interior del edificio sino, sencillamente, hasta el
lugar en donde se encuentran las listas de asistencia.
"Sus fatigosas tareas a favor de la causa popular le llevan a
estampar su firma y, en cambio de tan agotador esfuerzo, a diario repetido,
acepta como bien ganada recompensa, unos modestos honorarios."
Seguramente el lector ya ha advertido que esta
descalificadora apreciación no alude a los diputados argentinos, pues aquí se
los designa por el término de cuatro años, no de cinco.
En realidad, la apreciación transcripta pertenece a Adolf
Hitler (1889-1945) y fue incluida en su libro "Mein Kampf"
("Mi lucha"), que comenzó a escribir en 1924 mientras se hallaba
recluido en la fortaleza de Landsberg, tras pronunciarse contra el Gobierno de
Berlín.
Lo que vino después no es fácilmente olvidable; después de
lograr que se le otorgara la
Cancillería (cargo mucho más importante en Alemania que en
Argentina), Hitler fue acumulando poder y decreto tras decreto, desmontó la
constitución de Weimar (proclamada en 1919 después de finalizada la primera
guerra mundial), suprimió la oposición, afirmó su autoridad personal con
sangrientas represiones, y tuvo el mundo en vilo durante casi seis años hasta
la terminación de la segunda guerra mundial y su muerte voluntaria ante la
derrota, en un refugio subterráneo en Berlín.
¿Por qué traer a colación algo tan distante en el tiempo y
geográficamente? Precisamente para demostrar adónde se puede llegar
descalificando con absolutismo a quienes bien o mal, nos representan desde el
poder.
Durante muchos años los argentinos atendimos
descalificaciones parecidas a la transcripta en el comienzo de esta nota -que
hoy se siguen escuchando de políticos opositores (¿a qué?), corporaciones y
medios periodísticos que confunden libertad de prensa con insensata
descalificación institucional-, permitiendo que el golpista de turno arrasara
con las instituciones para imponer sus propios estatutos por encima de lo que
marca la Constitución
de la Nación
Argentina, como ocurrió, por ejemplo, en 1976.
Los males que supuestamente "genera la democracia"
ocurren también con las dictaduras, pero estas se encargan de que no
trasciendan, aunque para lograrlo haya que hacer "desaparecer" a 30.000 personas.
Obviamente, no es posible el diálogo con ellas, y aunque a
menudo, el mismo también suele tornarse difícil con la democracia, al menos es
posible en ésta, el soliloquio de los de abajo en contrapunto con el soliloquio
de los de arriba, una suerte de diálogo indirecto que a veces da sus frutos,
aunque ninguna de las partes quede totalmente conforme; los de abajo, porque
solo obtuvieron parcialmente lo que reclamaban; los de arriba, porque tuvieron
que ceder más de lo que se habían propuesto. Algo que tampoco veía con buenos
ojos, Hitler, en su "Mein Kampf":
"Su aptitud para la conciliación les granjea la simpatía de los
espíritus pequeños y débiles -escribía refiriéndose a los partidos
políticos-, con los cuales no es posible emprender cruzada alguna".
La "cruzada" a la que se refería se relacionaba
con su "teoría del mundo", y ya se sabe cómo le fue, a él, a su país
y a gran parte del mundo, algo que parecen no haber aprendido quienes primero
lo combatieron y en seguida se convirtieron en discípulos aventajados llevando
a Estados Unidos de Norteamérica y a gran parte del viejo mundo, después de
hacer estragos, a la situación que hoy los convierte en peligrosos enemigos sin
escrúpulos (a cuyos mínimos movimientos habrá que estar muy atentos), para la
mayoría de los países latinoamericanos.
ESTAR ATENTOS
Es cierto que todos los problemas del ciudadano común no
pueden resolverse exclusivamente en las urnas; pero también es cierto que el
ciudadano común no debe esperar que otros le resuelvan todos sus problemas cruzándose
de brazos o considerando lícito para él lo que es indudablemente ilícito para
los demás.
Rescaté, hace poco, en una de mis notas, una frase de Juan
Domingo Perón posterior a su derrocamiento, que no figura precisamente en la
fraseología de muchos políticos que se arrogan el papel de herederos de su
doctrina; Perón escribió en "La fuerza es el derecho de las
bestias" -título de su libro basado en la afirmación de Cicerón-: "El
Pueblo conoce a sus verdaderos enemigos. Si es tan tonto que se deja engañar y
despojar, suya será la culpa y suyo será el castigo".
Vale decir que si bien es cierto que todos los problemas del
ciudadano común no pueden resolverse exclusivamente en las urnas, es importante
que ese ciudadano defienda lo que verdaderamente le conviene, no dejándose
engañar por políticos y medios periodísticos al servicio de las grandes
corporaciones e intereses extranjeros, y los privilegiados de siempre.
Quienes quieren engañar una vez más al Pueblo, como lo han
estado haciendo desde el derrocamiento de Perón, día a día redoblan su apuesta
para engañarlo y despojarlo, montando operativos en todos los flancos.
¿A qué apelarán cuando esa usina de ideas desestabilizadoras
termine por agotarse?
A lo largo de todo el siglo XX han abundado los regicidios y
los magnicidios. A veces, la muerte llegó de la manera más inesperada, como
cuando en 1991 una bomba disimulada en un ramo de flores segó la vida del
primer ministro de la India,
Rajiv Gandhi, siete años después que pereciera por otro atentado en el mismo
cargo, su madre, Indira Gandhi. El propio Presidente Carlos S. Menem viajando
en noviembre de 1992 en un helicóptero de la Fuerza Aérea,
protagonizó con sus acompañantes y el piloto un aterrizaje de emergencia, que
lo llevó a admitir: "Casi me hago bolsa"; y posteriormente el Tango
04 tuvo un sospechoso desperfecto en pleno vuelo, que obligó a derramar la
totalidad de su combustible en el Río de la Plata.
Y no debemos olvidar que desde la sede central de la súper usina para estos
menesteres, se había preparado y concretado el plan diabólico que el 22 de
noviembre de 1963, en la ciudad de Dallas, puso término a la vida del
presidente del “Gran” país del Norte, John F. Kennedy.
La estabilidad del Gobierno
no puede estar exenta de la necesaria seguridad para la persona de la Presidenta, mucho más
expuesta que otros presidentes por su decidido enfrentamiento a las nefastas
corporaciones y al nocivo periodismo hegemónico que apunta a los “mates vacíos”
que usaba satíricamente en sus caricaturas, el dibujante Tristán, a mediados
del siglo anterior.
Esta preocupación trae a la memoria otras palabras de Perón
refiriéndose a sus opositores en su segunda Presidencia: "Frente a la imposibilidad de vencernos
en los comicios comenzaron a conspirar abiertamente…"
Tiempo antes, siendo aún Presidente, se dirigiría al pueblo,
a las 18 horas del jueves 16 de junio de 1955: "Les hablo desde nuestro
puesto de comando, que, como es lógico, no puede estar en la sede del Gobierno,
de manera que todas las acciones que se han realizado sobre esa casa han sido
tirando sobre un lugar inerme, perjudicando solamente algunos ciudadanos que
han muerto por efecto de las bombas…"
Y refiriéndose a los culpables de la cantidad de muertos y
heridos, puntualizó: "…lo más indignante es que se haya
tirado a mansalva contra el pueblo, como si su rabia no se descargase sobre
nosotros, los soldados, que tenemos obligación de pelear, sino sobre los
humildes ciudadanos que poblaban las calles de nuestra ciudad…"
Tres meses después, en nuevas acciones cruentas, Perón era
derrocado y sobrevendría toda clase de persecuciones, y en 1956, hasta la
reimplantación arbitraria de los fusilamientos con todo lo negativo que
sobrevino posteriormente, impulsado por las corporaciones y el poder foráneo
con sus cómplices internos.
Gran parte de la oposición de 1955 y años anteriores, se
parecía bastante a una parte de la oposición actual, de modo que la prevención
no está demás. He sido testigo presencial de aquel acto demencial de hace 57
años; por eso creo que hoy Cristina Fernández De Kirchner, podría hacer suyas
aquellas palabras de Perón:
"El Pueblo conoce a sus verdaderos enemigos. Si es tan tonto que
se deja engañar y despojar, suya será la culpa y suyo será el castigo".
El "castigo" duró 48 años; es de esperar que el
pueblo no vuelva a dejarse engañar y despojar…
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