Constituyéndose en un precursor de las novelas de ciencia
ficción, en 1895 el novelista inglés Herbert George Wells (1868-1946) escribió
"La Máquina
del Tiempo", cuyo tema aún se sigue utilizando en muchas películas y
series televisivas.
Aunque todavía la humanidad no había pasado por dos guerras
mundiales (1914-1918 y 1939-1945), ni imaginaba el holocausto atómico
(bombardeos genocidas de Hiroshima y Nagasaki a cargo de Estados Unidos de
Norteamérica), ni la irracionalidad del ser humano(¿?) resultaba tan peligrosa
para la continuidad de la vida animal y vegetal, y por ende, de la humana
misma, la obra de Wells tiene ya algo de premonitorio respecto al ocaso de la
humanidad.
Él sitúa ese ocaso en el año 802.701, al que se traslada el
Viajero del Tiempo mediante una armazón metálica hecha de marfil y cierta
sustancia cristalina, con un comando de arranque y otro de freno.
La Máquina
del Tiempo permanece siempre en el mismo lugar, pero varía su entorno según la
época a la que se dirige el Viajero. "El tiempo es solo una forma del
Espacio -sostiene-. No hay ninguna diferencia entre el Tiempo y cualquiera de
las tres dimensiones del Espacio, excepto que nuestra conciencia se mueve a lo
largo de ellas".
Así es como el Viajero del Tiempo llega a ese remoto futuro
donde los caballos, el ganado, las ovejas, los perros, han seguido al
ictosaurio en su extinción.
Aparentemente sólo habitan la tierra unos frágiles seres
frugívoros de no más de 1,20 m de estatura, entre los que no hay ancianos. Muy
pronto el Viajero advierte la falta de interés de estos seres (que después se
entera son los Eloi); mientras se bañaban en un bajío, uno de ellos es arrastrado
agua abajo, sin que los otros intenten salvarlo, lo que logra finalmente el
Viajero.
Pero aún no había visto todo: desde pozos circulares escucha
un toc-toc-toc como la pulsación de un enorme mecanismo. En el mundo
subterráneo moran los Morlocks, seres de color semiblancuzco como el de los
gusanos; ellos se encargan de cuidar y atender a las crías de los Eloi,
reducidos simplemente a ganado de ceba.
La terrible conclusión del Viajero del Tiempo en ese año de
802.701 es que tanto los Eloi como los Morlocks son descendientes de nuestros
congéneres y con el correr de las generaciones los segundos han convertido a
los primeros en su alimento, criándolos como actualmente el hombre cría a los
animales llamados "de consumo".
El Viajero comprende la degradación intelectual de los Eloi,
cuando encuentra averiados vestigios de libros; todo un símbolo a tener en
cuenta a ciento dieciocho años de la publicación de esta novela, cuando el auge
de la televisión, los video juegos y las propuestas de Internet conspiran peligrosamente
contra el hábito tradicional de la lectura.
¿Cómo sigue "La Máquina del Tiempo"? Después de revelar a
sus contemporáneos la experiencia vivida en su viaje al futuro, el Viajero
vuelve a partir, y aunque el autor de la novela
no indica a qué época, todo hace presumir que retornará al año 802.701
para intentar modificar el destino aceptado sumisamente por los Eloi.
Hace algo más de once años, escribí este artículo,
titulándolo "El año 802.701 ya llegó". Entonces, la mayoría
silenciosa (abatida cada vez que intentó hacerse oír) nos habíamos convertido
en Eloi a merced de los Morlocks, que solo se diferencian de los imaginados por
el novelista inglés, por sus métodos más modernos y sofisticados. Al igual que
los Eloi -y por supuesto los Morlocks- de la novela, no imaginábamos ni
remotamente la eventual llegada de un Viajero del Tiempo, lo que hubiera podido
ser nuestra única esperanza en ese año, que ahora vemos como una olvidable
película proyectada desde Europa
Pero en el 2003 llegó a la Argentina un Viajero del
Tiempo (después supimos que eran dos los Viajeros), demostrándonos que nuestro
destino como Pueblo, no puede seguir siendo el de los Eloi (¡ojalá entiendan
esto a tiempo los españoles y otros Pueblos europeos!), y hay que oponerse -por
desigual que sea este enfrentamiento- a los Morlocks personificados en los
grandes poderes neoliberales sin Patria, que se mueven mundialmente en
corporaciones de todo tipo, a expensas de la gente común de la que se valen,
usan, engañan con informaciones falsas difundidas por el periodismo hegemónico,
desprecian y sacrifican por los más ruines intereses.
Tal vez lo único que no pasó por la vasta imaginación de
Wells, fue que a su Viajero, se sumara, más de un siglo después, una Viajera
del Tiempo.
Oscar Vázquez Lucio
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