El 26 de julio de 1967, el humorista Quino dibujó una
historieta unitaria en cuatro cuadros que hoy cobra una dramática actualidad:
en el primer cuadro aparece la mano de Caín esgrimiendo una enorme mandíbula
con la que asesta un golpe mortal a su hermano; en el siguiente cuadro se ve la
gran puerta del Cielo desde adentro con San Pedro preguntando:
-¿Quién es?
-Abel –le
contestan desde afuera.
En el tercer cuadro se ve el dedo de un militar de alto
rango oprimiendo un botón misilístico y en el último cuadro se repite la escena
vista en el segundo, pero al preguntar San Pedro:
-¿Quién es?
La terrible respuesta es:
-TODOS.
Según se leía en el diario “La Nación”
del 5 de mayo de 1945, Franklin Delano Roosevelt, el presidente de los EE.UU., “corrió en ayuda de la civilización
organizando el ‘arsenal de las democracias’ y las tropas expedicionarias”.
Aquello de “correr en ayuda de la civilización” podía ser
aceptable el 5 de mayo de 1945, cuando el peor antecedente de ciudades
arrasadas por bombas lo había proporcionado Adolf Hitler con el llamado “Blitz”
de Londres, iniciado el 7 de setiembre de 1940, durante el cual murieron 430
personas y 1400 resultaron heridas, siendo importantes los daños materiales.
Desde luego, fueron muchos más los alemanes que perdieron la vida en Dresden
entre el 13 y el 15 de febrero de 1945, cuando los aviones aliados arrasaron
con el 85% de la ciudad, estimándose que pueden haber perdido la vida entre
35.000 y 135.000 personas; la imposibilidad de un cálculo aproximado de
víctimas es de por sí elocuente.
Pero tres meses y un día después de reconocer aquel diario,
que un presidente norteamericano “había corrido en ayuda de la civilización”,
Estados Unidos lanzó una bomba atómica en Hiroshima, muriendo 66.000 personas,
quedando heridas 69.000. Y tres días más tarde hubo un bombardeo similar contra
la ciudad portuaria de Nagasaki, muriendo 39.000 personas. Ambos genocidios
fueron llevados a cabo por decisión de quienes catorce meses después,
condenaron a la horca a genocidas nazis en el juicio de Nuremberg.
En 2006, el presidente norteamericano George Bush recurrió a
la ONU para que
obligara al después condenado a la horca Saddan Hussein, a desprenderse de sus
armas, pero cuando logró esto, dijo que ya era tarde, que no le interesaba la ONU y el desarme “no valía”,
invadiendo por lo tanto a Irak, supuestamente desarmado.
Tal vez en otra época hubiéramos creído que lo que alentaba
esa ofensiva era el deseo de los países “democráticos”, de liberar al pueblo
iraquí del opresivo régimen de Hussein (a pesar de la “patética carnicería de
inocentes”, -según la acertada definición de “Crónica”- con miles de víctimas, en su mayoría mujeres, niños y
ancianos). Pero por esos días ni los norteamericanos lo creyeron, más de cien
mil personas marcharon en Nueva York coreando consignas tales como “No
más sangre por petróleo”, “Nosotros no queremos esta guerra ilegal”
y “¿Quiénes
son los terroristas ahora?”
¿Qué pasará de aquí en más en Siria… y en el resto del
mundo? Difícíl saberlo, si ni el físico y matemático alemán Albert Einstein
pudo predecirlo; en todo caso, cabe hacer propias sus palabras: “Ignoro cómo será la tercera guerra
mundial, pero sé cómo será la cuarta: los hombres lucharán con palos y
piedras”.
Oscar Vázquez Lucio
(Siulnas)
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