jueves, 26 de septiembre de 2013

¡QUÉ BUENO QUE LO DIGA USTED, SEÑORA PRESIDENTA!... ¡¡¡Y DÓNDE!!!


En setiembre de 1979, escribiendo en la revista “Todo es Historia”, sobre el humor durante la segunda guerra mundial, al referirme al enfoque de un humorista sobre el bombardeo atómico, señalé respecto al mismo “que dolió en primer lugar a los simpatizantes de los aliados”. Con el tiempo, me referiría al tema mucho menos sutilmente, recordando que en ese período, mientras los norteamericanos llevaban a cabo el más terrible genocidio que jamás se había visto, juzgaban a los jerarcas nazis ¡por crímenes de guerra!
Alguna vez se me observó que nadie, excepto yo, había vuelto a tocar el tema, en muchísimos años… No sé si es tan así, pero ¡qué bueno que lo haya tocado la Presidenta argentina ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en el momento más indicado!
No está demás referirlo a las nuevas generaciones, y a las que lo sepultaron entre sus recuerdos, simplemente rescatando una de las crónicas sin matices políticos, de aquellos días:
“A las ocho y quince minutos de la mañana del 6 de agosto, relampagueó la bomba atómica sobre Hiroshima. Desde el acorazado en que regresaba a Estados Unidos, el presidente Truman hizo al mundo el sensacional anuncio. Desde la misma ciudad víctima, ninguna comunicación era posible, pues Hiroshima, población de 343.000 habitantes quedó, en esencia, destruida. ‘Hace 16 horas –decía el mensaje-, un avión norteamericano lanzó una bomba en Hiroshima, importante base militar japonesa. Esa bomba tenía más potencia que veinte mil toneladas de tri-nitro-tuoleno y es dos mil veces más poderosa que la británica Grand Slam, la mayor bomba utilizada en la historia de la guerra con anterioridad. Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbour. Se les ha pagado ya con creces y aún no ha llegado el fin. Se ha logrado sujetar la potencia máxima del universo. La fuerza de la cual el sol toma su potencia, ha sido desatada contra los que llevaron la guerra en Extremo Oriente.’ En tan breve anuncio se daba cuenta al mundo de un acontecimiento trascendental de la centuria.”
A las 9 del día 2 de setiembre, se dejó caer sobre Nagasaki el segundo proyectil atómico. (Cabe recordar que con posterioridad se argumentaría que tal decisión evitaba nuevas muertes por la guerra; ¿cómo es que ya entonces no se pensó en darle el Nobel de la Paz a un presidente norteamericano?)
Un año después, a las 14:18 del día 1º de octubre, comienza el proceso del Tribunal Interaliado de Nuremberg, que sentenciará a la horca a los criminales de guerra nazis.
Tres décadas después, los norteamericanos protagonizan lo que se recordaría como “El infierno del napalm y de la lluvia química” (título de “La Nación”, 30-4-95), la gran tragedia de Vietnam que dejó 2 millones de muertos, 4 millones y medio de heridos y 9 millones de desarraigados, en los 7 años que duró la intervención norteamericana, durante los cuales fueron arrojadas 7 millones de toneladas de bombas, casi tres veces más que en la Segunda Guerra Mundial.
También a esta guerra se ha referido el martes 24 de setiembre último, la Presidenta argentina, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en el momento oportuno.
Como argentino gobernado a lo largo de mi vida por quince presidentes constitucionales –uno de ellos hasta proclamando “relaciones carnales” con los Estados Unidos de Norteamérica- y diez presidentes de facto, me resulta reparador y gratificante haber coincidido en notas publicadas en periódicos de poca difusión, con lo expresado por la Presidenta argentina, nada menos que ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el martes 24 de setiembre de 2013.

Oscar E. Vázquez Lucio
                                                                                                                                                                                                                                                                                 

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